La literatura debe ser considerada también como herramienta,
es decir, como manera de transmitir ideas sociales y políticas. En España, hubo dos momentos en que la literatura se puso al servicio
de la ideología: con la novela de tesis, en el siglo XIX, y con la poesía
social, en el siglo XX.
La novela de
tesis surge en 1868. Se trata de la época gloriosa de la novela y está ligada
al desarrollo de una nueva clase social, la burguesía. En ese año, hay una
revolución política que termina expulsando de España a Isabel II. A raíz de que
fuera coronada, surge la polémica porque el hermano de Fernando VII también
quería ser rey. Comienzan las guerras carlistas, que se transforman en guerras
ideológicas. Isabel II consigue reinar gracias al apoyo de los liberales. Sin
embargo, con el paso del tiempo se convierte en una mujer conservadora y
católica, por lo que se decide expulsarla. Así, en 1868 tiene lugar "La
Gloriosa Revolución". Los monárquicos buscan un nuevo rey, y lo encuentran
en Amadeo de Saboya. Cuando desembarca en España, se entera del asesinato del
general Prim a manos de los republicanos. De este modo, Amadeo reina como puede
hasta que abdica. Llega la I República en 1873, que dura aproximadamente un
año y conoce cuatro presidentes. Fracasa de tal manera que, a finales del 74,
Alfonso II es proclamado rey. Como resultado, queda esa nueva clase social, la
burguesía, y la novela como herramienta social. Los conservadores y los
liberales buscan argumentos para defender sus tesis.
Un escritor muy
importante ligado a esta literatura es Benito Pérez Galdós, que inicia la
corriente que se conoce como novela de tesis con la publicación en 1870 de La Fontana de Oro. Publicada en mitad
del sexenio liberal, su novela está ambientada en un periodo similar, el
trienio liberal. Se trata de una especie de aviso. Hay una clara intención
pedagógica y trata de expresar ideas progresistas. Después del 75, publica una
serie de novelas como Doña Perfecta, que critican la intolerancia
religiosa. A esta defensa de la ideología liberal responden otros autores, como
José María de Pereda, que escribe De tal palo tal astilla o
El buey suelto. Además, hay otros novelistas como Pedro Antonio
Alarcón, que publica en el 75 El Escándalo.
Más tarde surge
otra corriente, el naturalismo que, aunque supera los esquematismos de la
novela de tesis, también tiene una "tesis". A finales del siglo
XIX, se cree más en el progreso y en la
ciencia, y se apoya en el determinismo. Se creía que el hombre estaba
condicionado por el ambiente. En España, el naturalismo está representado por
Emilia Pardo Bazán, que habla de ello en La cuestión palpitante.
Sin embargo, hay una contradicción entre lo que defiende y su propia condición.
En esta línea, estudia el caciquismo en Galicia.
Por otro lado, la
poesía social surge en la época franquista (1939-1975). En un principio, no hay
oposición al régimen. Pero en 1956 surge desde el interior. Los
estudiantes universitarios, la mayoría hijos de jerarcas franquistas, se manifiestan. La revolución se cristaliza en la literatura, concretamente en la
poesía social. Se trata de expresar a través de los versos aquello que no
aparece en los periódicos por la censura. Esta oposición era liderada por el
partido comunista, que utilizaba la cultura como arma. Surgen los clubs
culturales y los recitales poéticos se convierten en algo revolucionario.
Dentro de esta
corriente, hay dos generaciones, la de posguerra, en los años 40, y otra
posterior, en 1956. De la primera formaban parte Blas de Otero, Gabriel Celaya
y José Hierro. Son los primeros en llevar el lenguaje coloquial a la poesía. En
1944, Dámaso Alonso publica Hijos de la ira, que expresa ya ideas
distintas en lenguaje cotidiano. Esta generación de poetas tenía veinte años
durante la Guerra Civil. Son hombres que han ido a la guerra sin
responsabilidades.
En torno a 1956
nace la "Generación del 50", también conocida como "los niños de
la guerra". Son poetas que huyen de una poesía demasiado directa,
panfletaria. Para expresar sus ideas emplean el simbolismo y la ironía, y están
asociados al realismo crítico. Ángel González representa muy bien a esta
generación. En 1956 publica Áspero Mundo, que refleja el espíritu
de una juventud sin alicientes ni ilusiones. Publica también Grado
Elemental en 1962 y culmina con Tratado de humanismo en 1967.
Y es que, a mediados de los 60, comienza la crisis de la poesía social. Muchas
veces se ve a este grupo de poetas como un fracaso poético y social. Así, a finales
de los 60 hay una reacción. Surge una nueva generación que considera la poesía
social plana, sencilla e ineficaz: los novísimos. Reciben este nombre por la
antología que publican en 1970, Nueve novísimos poetas españoles.
Buscan expresarse mediante un lenguaje hermético y culturalista. Si los
maestros de los poetas sociales eran Antonio Machado o Miguel Hernández, en
este caso lo son Juan Larrea o el norteamericano Ezra Pound.
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