Lo primero es distinguir entre libro y obra. El libro
impreso, tal y como lo conocemos hoy, tiene orígenes recientes, aunque la
literatura es muy anterior. La obra literaria puede difundirse de otras
maneras: oralmente, en manuscritos, en pliegos sueltos, etc. De todos modos,
cabe destacar que libro no equivale a literatura. Actualmente, concebimos el
libro como contenedor, no solo de literatura, sino de muchas otras materias.
Además, debemos
tener en cuenta que las obras literarias son de muy diferente extensión, desde
unas líneas hasta miles. Por eso, en algunas ocasiones se reparten en tomos. En
cualquier caso, hay que distinguir entre autor y editor, como figura que
prepara el libro para su publicación. A veces, autor y editor no están de acuerdo.
Sin embargo, a la muerte del autor un editor o editores quedan responsables de la
obra. La intervención del editor es muy visible en obras de hace siglos. En
casos actuales, su labor es menos visible, pero no por ello menos importante.
Hace un trabajo de corrección y elige qué obras son incluidas en un volumen,
siempre respetando las elecciones previas del autor respecto a sus composiciones.
Independientemente de qué año sea el texto, el editor corregirá quitando
erratas evidentes y aplicando la ortografía actual para facilitar la lectura.
Sin embargo,
existen distintos tipos de ediciones. Por un lado, está la edición facsímil,
una copia de la original. Hay
facsímiles que sirven de modelo editorial y otras que, simplemente, alimentan
el fetichismo de ciertos lectores. Por otro lado, está la edición paleográfica,
en la que se transcribe todo y sirve para el estudio. La paleografía es el
estudio de la escritura antigua.
Además, hay que
distinguir entre edición crítica y anotada. Todas las ediciones críticas son
ediciones anotadas, pero no todas las ediciones anotadas son críticas. En una
buena edición anotada, deben explicarse las palabras cuyo significado ha
cambiado. El editor es más importante cuanto más antigua es la obra. Los
libros, a partir de cierta fecha, deben ir anotados o no se entienden bien. Una
edición crítica ordena previamente todo el abanico de manuscritos, elige uno de
ellos y, más tarde, explica por qué ha elegido uno en concreto. El editor
interviene también añadiendo un prólogo y/o un epílogo al texto preliminar.
Respecto a las partes de un libro, todo ejemplar tiene
una portada, que suele confundirse con la cubierta. La cubierta sirve para
proteger el volumen (está hecha de otro material) y para publicitarlo, por eso
suele incluir una imagen. Por otra parte, la contraportada contiene una explicación de la obra. Es un texto
publicitario no ficticio. También puede haber una sobrecubierta y una faja. Por
otro lado, la solapa suele emplearse también para paratextos.
Después de la
cubierta, hay una página de cortesía y una portadilla: una página en la que
solo figura el título del libro. Tras ella hay otra página en blanco y,
después, la portada. En ella, encontramos el título, autor, traductor y
logotipo de la editorial. La portada tiene un revés que contiene datos legales
e informativos.
También debemos
distinguir entre sumario e índice. Los índices detallados suelen colocarse al
final. El índice es el mapa de un volumen y tiene mucha importancia en los libros de cuentos o en los ensayos. La estructura interna del índice se manifiesta
en su tipografía, hay una jerarquía. A veces se pone un índice onomástico o de
títulos citados. Estos son vitales en libros históricos, ensayos o
compilaciones.
Por último, hay
que hablar de los agradecimientos, útiles si el libro ha recibido mucha ayuda,
sobre todo si se trata de obras de investigación. Sucede lo mismo en las obras
de creación que requieren mucha documentación.
En la edición crítica a veces el editor tiene que reconstruir un texto lo más cercano posible al original que se ha perdido y del que solo se conservan copias divergentes.
ResponderEliminarPor lo demás, muy bien.
JLGM