sábado, 15 de noviembre de 2014

Otra traducción para un fragmento de "Ricardo II"

     La literatura se convierte, esta vez, en la estrategia publicitaria para vender relojes. El por qué es bien sencillo: ya no son algo utilitario sino un símbolo de poder; se han convertido en una joya. Para entender la concepción que tenemos actualmente de los relojes hace falta echar la vista atrás. Como casi todo el mundo sabe, los relojes de más renombre son los suizos. Fue en Suiza donde surgió el calvinismo, vertiente del cristianismo protestante que pone el énfasis en la autoridad de Dios sobre todas las cosas. Antes de la aparición de este sistema teológico, muchos religiosos se dedicaban a la joyería. Pero, tras la implantación del calvinismo, se prohibió a los maestros joyeros continuar con su actividad, pues no producían nada que cumpliese una función concreta. Sin embargo, los relojes tenían una utilidad muy definida por aquel entonces. De este modo, los antiguos joyeros empezaron a dedicarse a fabricar relojes, que adornaban como auténticas joyas. Así, hoy en día, con la generalización en el uso de los teléfonos móviles, los relojes han perdido utilidad pero, a cambio, han recobrado su estatus de joya. Por ello la publicidad de relojes es fastuosa, muy cuidada. De ahí que se emplee la literatura como mecanismo para publicitarlos.

     En una publicación he reparado en algunos relojes anunciados mediante fragmentos de distintas obras literarias como Momo, Ricardo II, Cenicienta Las horas. En este caso, haré mi propia traducción del fragmento de la obra de teatro Ricardo II, de William Shakespeare.

Fragmento original:

"I wasted time, and now doth time waste me;
For now hath time made me his numbering clock:
My thoughts are minutes; and with sighs they jar
Their watches on unto mine eyes, the outward watch,
Whereto my finger, like a dial's point,
Is pointing still, in cleansing them from tears".

Traducción:

"He perdido el tiempo, y ahora él me pierde a mí.
No soy más que el instrumento en el que refleja sus horas.
Mis pensamientos son minutos que, junto con mis suspiros,
controlan el parpadeo de mis ojos,
reloj donde mi dedo, como una precisa aguja,
siempre está dispuesto a limpiar las lágrimas".



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