Javier Marías es un escritor, traductor y editor español, miembro de la Real Academia Española. Además, escribe en "La zona fantasma", sección fija en El País Semanal. En el más reciente de sus artículos, "Mira lo que hago", Marías da su opinión sobre la publicidad. Parte de una anécdota para iniciar su reflexión. Habla de la fotografía que ilustraba el reportaje de Guillermo Altares del 1 de octubre en El País. En ella, un numeroso grupo de personas se agolpa frente a La Gioconda, en el Museo del Louvre. De ese conjunto tan solo tres personas están mirando el cuadro en ese momento. El resto, han sido captadas fotografiándolo. El escritor critica que la gente trate de capturar cada momento con las cámaras de sus teléfonos móviles. De todos modos, peor aún le parece la moda de los selfies. Sin embargo, es muy arriesgado sentenciar que por querer fotografiar el cuadro o fotografiarse junto a él, esas personas no van a apreciar su calidad artística.
El escritor comienza hablando de algo muy concreto para, en el párrafo siguiente, hacer la siguiente afirmación: "una de las causas de la imbecilización del mundo es la publicidad". Sostiene que la gente quiere parecerse a las personas de ficción que aparecen en los anuncios televisivos, y echa la culpa a la publicidad. Además, asegura que de este modo se han popularizado dos slogans que califica de nefastos: "Yo estuve allí" y "Este es un acontecimiento histórico e irrepetible". Sin embargo, Marías se equivoca. En primer lugar, parece simplista culpar a la publicidad del afán de las personas por parecerse a otras que creen mejores en un aspecto u otro de su vida. Por otra parte, ninguna de esos dos enunciados son slogans publicitarios, nunca han aparecido en un anuncio. Tan solo son frases muy populares, que todo el mundo conoce.
Javier Marías continúa criticando el interés de las personas por decir que han estado presentes en un momento determinado, por ejemplo histórico, como puede ser la caída del Muro de Berlín. Une este pensamiento con el de que la gente es muy ingenua por convencerse de que cada cosa que cuelga en las redes sociales la va a ver todo el universo. Sin embargo, lo que habría que preguntarse es de dónde saca el escritor esta idea. La polémica con las políticas de privacidad de algunas redes sociales, como Facebook, vienen precisamente de la tendencia contraria. La gente no quiere que se comercie con su intimidad. Cuelgan en las redes sociales las fotos que quieren que vean sus amigos, no todo el mundo.
Por último, dice que esta obsesión por que todo el mundo sepa qué se está haciendo en cada momento es algo muy infantil. Marías dice que le recuerda a los niños que precisan la constante atención de sus padres y afirma: "El niño necesita testigos para asegurarse de que efectivamente está en el mundo y existe". Definitivamente, parece que el escritor no solo no tiene muchos conocimientos sobre psicología infantil sino que, además, no ha sabido argumentar correctamente. Utiliza generalizaciones abusivas y sin fundamento.

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