jueves, 4 de diciembre de 2014

Pablo Iglesias ha leído a Aristóteles

     El miércoles 3 de diciembre Francisco García Pérez publicó en La Nueva España, concretamente en su sección fija "Lo que hay que oír", el artículo "Pablo Iglesias y el discurso clásico". El escritor y periodista analiza el discurso del líder de Podemos a través de una argumentación lógica y muy bien estructurada.

     García Pérez comienza explicando de qué va a hablar y por qué. Analizará la intervención de Pablo Iglesias en el acto de clausura de la reciente Asamblea de Podemos, fijándose en la forma y no en el contenido. ¿Por qué? Como reacción a un artículo de Santos Juliá titulado "Mucha frase, ningún discurso", en el que dice que Pablo Iglesias "ha subvertido la oratoria política. Fuera la estructura y las figuras del discurso".

     Según García Pérez sí hay un discurso, que incluso llega a calificar de clásico. Afirma que la intervención no subvierte las reglas de la oratoria política, se atiene a una estructura muy definida y, además, está repleta de figuras discursivas. Para el escritor, se trata de un discurso novedoso que sigue las normas de la retórica clásica. Piensa que si es criticado es precisamente porque se aleja de los discursos convencionales (grandilocuentes y pomposos por fuera, vacíos por dentro) a los que otros políticos nos tenían acostumbrados.

     García Pérez comienza la argumentación en la que sustenta su opinión de manera muy didáctica, como si se tratara de una clase. Parte de la definición de la RAE de "discurso". Después, dice que el discurso de Iglesias es tan clásico que pudo distinguir en él las submodalidades del mismo, que son las siguientes:

  • Arenga. Discurso de tintes militares que busca exaltar al oyente.
  • Perorata. Discurso largo, molesto, sin contenido. Tiene un claro valor despectivo.
  • Prédica. Discurso ligado en su origen a la figura del predicador y, por lo tanto, a la religión.
  • Sermón. También con un valor despectivo, se trata de un discurso paternalista, de origen religioso, en el que se busca aleccionar al oyente, llevarle por el "buen camino".
  • Exhortación. Con presencia en el mundo militar, se trata de aquel discurso que pretende mover al receptor a hacer algo determinado.
   
     Sin embargo, García Pérez se equivoca al decir que "la estructura a la que se atuvo [...] es, asimismo, la que se enseña en las escuelas". Y es que, lamentablemente, las clases de oratoria brillan por su ausencia en las aulas. Por otro lado, está acertado al destacar el uso de eslóganes en el discurso de Pablo Iglesias. Además, subraya que son muy utilizados en la propaganda política.

     García Pérez hace hincapié en las caídas de intensidad bien medidas, mediante neologismos creativos, pleonasmos, "gracietas", expresiones del común, ejemplos ilustrativos o citas. Pero, para el articulista, la figura retórica que sobresale entre las demás es la anáfora. García Pérez vuelve a mostrar su faceta más didáctica y da otra definición. A continuación, cita algunas de las anáforas que se ha encontrado en la intervención. Por último, acaba diciendo que el discurso es "tan clásico como la anáfora que acabo de usar".

Si quieren leer el artículo de Francisco García Pérez, está disponible a través de este enlace. Y si les apetece compararlo con el de Santos Juliá, aquí.




miércoles, 3 de diciembre de 2014

Javier Marías: afirmaciones demasiado rotundas sobre la publicidad

   Javier Marías es un escritor, traductor y editor español, miembro de la Real Academia Española. Además, escribe en "La zona fantasma", sección fija en El País Semanal. En el más reciente de sus artículos, "Mira lo que hago", Marías da su opinión sobre la publicidad. Parte de una anécdota para iniciar su reflexión. Habla de la fotografía que ilustraba el reportaje de Guillermo Altares del 1 de octubre en El País. En ella, un numeroso grupo de personas se agolpa frente a La Gioconda, en el Museo del Louvre. De ese conjunto tan solo tres personas están mirando el cuadro en ese momento. El resto, han sido captadas fotografiándolo. El escritor critica que la gente trate de capturar cada momento con las cámaras de sus teléfonos móviles. De todos modos, peor aún le parece la moda de los selfies. Sin embargo, es muy arriesgado sentenciar que por querer fotografiar el cuadro o fotografiarse junto a él, esas personas no van a apreciar su calidad artística.

     El escritor comienza hablando de algo muy concreto para, en el párrafo siguiente, hacer la siguiente afirmación: "una de las causas de la imbecilización del mundo es la publicidad". Sostiene que la gente quiere parecerse a las personas de ficción que aparecen en los anuncios televisivos, y echa la culpa a la publicidad. Además, asegura que de este modo se han popularizado dos slogans que califica de nefastos: "Yo estuve allí" y "Este es un acontecimiento histórico e irrepetible". Sin embargo, Marías se equivoca. En primer lugar, parece simplista culpar a la publicidad del afán de las personas por parecerse a otras que creen mejores en un aspecto u otro de su vida. Por otra parte, ninguna de esos dos enunciados son slogans publicitarios, nunca han aparecido en un anuncio. Tan solo son frases muy populares, que todo el mundo conoce.

     Javier Marías continúa criticando el interés de las personas por decir que han estado presentes en un momento determinado, por ejemplo histórico, como puede ser la caída del Muro de Berlín. Une este pensamiento con el de que la gente es muy ingenua por convencerse de que cada cosa que cuelga en las redes sociales la va a ver todo el universo. Sin embargo, lo que habría que preguntarse es de dónde saca el escritor esta idea. La polémica con las políticas de privacidad de algunas redes sociales, como Facebook, vienen precisamente de la tendencia contraria. La gente no quiere que se comercie con su intimidad. Cuelgan en las redes sociales las fotos que quieren que vean sus amigos, no todo el mundo.

     Por último, dice que esta obsesión por que todo el mundo sepa qué se está haciendo en cada momento es algo muy infantil. Marías dice que le recuerda a los niños que precisan la constante atención de sus padres y afirma: "El niño necesita testigos para asegurarse de que efectivamente está en el mundo y existe". Definitivamente, parece que el escritor no solo no tiene muchos conocimientos sobre psicología infantil sino que, además, no ha sabido argumentar correctamente. Utiliza generalizaciones abusivas y sin fundamento.

Si quieren leer el artículo de Javier Marías, aquí. Y si les apetece echar un vistazo al reportaje de Guillermo Altares, aquí.