viernes, 19 de septiembre de 2014

Similitudes y diferencias entre literatura y publicidad

     La literatura y la publicidad son disciplinas con diversos puntos en común, pero también con importantes divergencias. En primer lugar, cabe destacar el papel que desempeña el autor en las dos materias. En el ámbito literario, el autor es de suma importancia. El escritor firma su obra como muestra de orgullo y busca reconocimiento por su creación. Además, identificar al literato es necesario para comprender las características de sus escritos y situarlos en el contexto adecuado. Sin embargo, en el entorno publicitario, los escritores se mantienen en segundo plano. Si bien su trabajo es vital para la venta, es la marca del producto y no el nombre del autor la que permanece en la memoria de los receptores. Entre otras cosas, porque no es necesario para captar el sentido del anuncio. De todos modos, existen obras literarias anónimas, la mayor parte de ellas siglos atrás. En algunos casos, la anonimia era consecuencia del miedo a las represalias, como sucede con El Lazarillo de Tormes. En otros, se debía al carácter eminentemente oral de la obra, como sucede con el Romancero. Su autor no es solo anónimo, sino también colectivo, algo poco usual en la literatura pero muy frecuente en publicidad. Uno de los casos en los que la autoría es colectiva en el marco literario es en el teatro, así como en los guiones cinematográficos y de televisión.

    Por otra parte es destacable que, mientras la publicidad siempre se realiza por encargo, en la literatura no es tan habitual. Esto significa que el publicista no es tan creativo como pudiera parecer sino que debe ceñirse a unas pautas muy estrictas dependiendo qué sea lo que tiene que publicitar.

    Centrándonos en el lenguaje que se emplea en las dos materias, parece claro que en la literatura predomina la función expresiva y en la publicidad, la referencial y la apelativa. En el ámbito publicitario se combinan estas dos funciones porque, para vender un producto, debe informarse al posible comprador y, al mismo tiempo, incitarle a que adquiera lo que se publicita. Respecto a este último punto, cada vez es más sutil. Es decir, la publicidad mejora conforme va pasando el tiempo y cada vez se induce a la compra al receptor de manera más subrepticia.

     La publicidad tal y como la entendemos hoy en día surge en el siglo XIX y se desarrolla en el XX. Nace con la Revolución Industrial y, por tanto, con la sociedad de consumo. Y es que, anteriormente, predominaba la escasez. Antes de este momento la publicidad era ideológica, tanto política como religiosamente hablando. El término por el que se la conocía era "propaganda", que viene de la propagación de la fe. Durante muchos siglos el arte (dentro del que situamos la literatura) estuvo ligado a la religión, pues era un mecanismo publicitario. De este modo puede apreciarse cómo, desde hace siglos, literatura y publicidad han ido de la mano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario